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Rock Howard | KOF MI2

Aquí tenemos la típica pareja de compañeros de cuarto. Una cocina fatal, el otro es un maestro.
Así que el que es un cocinero nato, debe ser quien maneje el sartén. Hasta Rock llega a eso.
“Pero aun así, ¿no debería encargarse de las compras el que no sabe nada de cocina?”.
Siempre que Rock menciona esta cuestión tan obvia, Terry Bogard finge una profunda ignorancia:
“Si quieres que vuelva con carne y tomates en mal estado, por mi perfecto”.
Un mal cocinero como él no tiene capacidad para juzgar la calidad de los ingredientes, Terry duda si hacer las compras antes de decidirse. Pero hoy precisamente, ante la duda, va a optar por no hacerlas.
Pollo, tomates, aguacates, lechuga y unas manzanas. Lista en mano, Rock recorre los pasillos para acabar saliendo del supermercado.
“Bueno, supongo que no es la primera vez que Terry se escasea con la compras”.
Cargado con la bolsa de papel, no para de refunfuñar.
Pero al detenerse en el semáforo en rojo dirige su mirada al kiosco de la esquina. El nombre familiar de cierta ciudad luce en la portada de una publicación de poca monta que prima el sensacionalismo sobre todo lo demás.
Con la destrucción de Mephistospheles, que impuso su dominio en la ciudad de forma violenta, la lucha entre bandas rivales que ansían la sucesión se ha vuelto a intensificar, pero las cosas se han calmado recientemente por la aparición de un grupo.
La misma historia. Al toparse de forma inesperada con noticias de su ciudad, Rock no se da cuenta de cuando cambia el semáforo, y permanece inmóvil un instante.
Aunque South Town es la ciudad de Rock, no guarda demasiados recuerdos de ella. Dibujar era su único pasatiempo, así que eso era parte de los días agridulces que pasó con su madre y tras conocer a Terry, nada le obliga a pensar en su pasado.
Desde que comenzó a recorrer el mundo con Terry, solo ha evocado esos tiempos en contadas ocasiones. ¿Y ahora que ocurre en su ciudad?
Vencido por la agitación que responde a algún tipo de nostalgia o algo sin menor importancia, Rock, al volver al apartamento que comparte con Terry, descubre que dos sobres blancos han caído junto a su puerta. Frunce el ceño extrañado. Para ser exactos, los sobres no parecen haber caído: es como si los hubieran puesto ahí. Los nombres de Terry y Rock aparecen escritos, cada cual en uno de ellos.
Con un mal presentimiento al respecto, Rock se aleja de la barandilla de las escaleras que ya había subido y mira hacia abajo. Consigue apenas divisar una limusina negra totalmente ajena al vecindario que casualmente recorre en ese momento la calle.
“…”.
Escuchando cómo se aleja el sonido del motor de la limusina, Rock vuele a centrar su atención en las invitaciones.
“Eh, ¿en qué piensas, Rock?”.
Terry, tirado en el sofá, observa la expresión de su compañero recién llegado, apaga el televisor de recepción de pésima calidad y se levanta.
“¿Ocurre algo? ¿Y esa cara de cordero triste que traes?”.
“No es nada; acaba de llegar esto”.
Rock, dejando la bolsa de papel en la mesa, le lanza un sobre blanco a Terry.
“Este es para ti… y yo tengo otro igual. No lo he mirado con atención, pero el cartero lo ha traído en una limusina increíble”.
“¡No me digas! Pues no parece la carta de un fan”.
Terry, rompiendo el sello y confirmando su contenido, sonríe y deja escapar una carcajada. Dirigiéndose hacia la pila de la cocina, Rock abre su sobre.

The King Of Fighters se celebrará…

Sobre el papel blanco viene escrita, diríamos, esa frase tan conocida por los participantes. Por la otra cara vienen indicados meticulosamente el lugar y la hora del primer combate, junto con un boleto de avión a ese destino.
“Una invitación decepcionante, ¿no te parece? No aparece por ningún lado el nombre del patrocinador ni mi rival… en fin, supongo que así ha sido siempre”.
Rock hace su observación, mordiendo una de las manzanas recién compradas, pero sin tomarse la molestia de preguntar si Terry quiere participar.
No hay más que ver su mirada mientras contempla la invitación para saberlo.
Ahora lo que piensa…
Limpiándose la boca sin mucha pulcritud, Rock mira al techo pensativo. Ahora que lo piensa, hace mucho tiempo que no visita la tumba de su madre. Mientras Rock medita distraídamente, Terry, metiendo la invitación en el sobre, le silba jocoso.
“Siento bajarte de las nubes, pero ¿qué pasa con mi comida?”.
“Anda, se me había olvidado por completo”.
“Pues venga”.
“Voy enseguida”.
Rock le lanza la manzana a Terry y se dirige a la cocina. Mientras asa amorosamente un trozo de pollo, Rock corta el tomate, el aguacate y la lechuga. Nadie le ha enseñado como hacerlo; Rock se ha acostumbrado y ha aprendido a cocinar como un chef preparándole la comida a Terry día tras día.
“…”.
Mira el paisaje grisáceo de la ciudad por la ventana de la cocina. Tras vagar con Terry sin rumbo fijo en mente, se establecieron en esta ciudad hace seis meses. No era un mal sitio, en absoluto, pero para Terry y Rock, siempre viajando de un sitio a otro, no era lo más propicio quedarse ahí.
Y quizá fuera el momento de abandonar ese lugar y embarcarse en otro viaje. Este torneo podía brindarles la oportunidad que esperaban. Cuando acaba la comida, Terry intenta sacar el tema:
“¿Y si antes del torneo pasamos por South Town?”.
Rock cree que es buena idea, y procede a cortar el pollo como un profesional.




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